16 de junio de 2011

Música y subconsciente


Hacía meses que no hacía una carrera tan buena, ayer se juntó todo, un día espectacular, un lugar maravilloso –el cauce del Turia en Valencia– mi mp3 con música buena… Además de todo esto mi carrera me hizo darme cuenta de algo que hasta ahora siempre había sentido pero nunca había alcanzado a encontrar explicación; cómo la música influye inconscientemente en nuestro comportamiento. La situación es la siguiente: a los 45 minutos de carrera comienza a sonar Outsiders la última canción del CD de Franz Ferdinand titulado You could have it so much better, el calor comenzaba a hacerme la carrera muy pesada, los gemelos estaban cargadísimos, todo coincide con el ritmo lento del CD que había escuchado durante más de 40 minutos y que aún suena en ese momento, sin embargo, algo comienza a cambiar, de pronto aparece Marea con El hijo de la Inés bajo el brazo, la cosa va un poquito mejor aún así sigo deseando llegar a casa vivo, de pronto, finaliza Marea y comienzo a escuchar un bajo con ese inconfundible ritmo ska de Ska-p, estaba comenzando la Estampida mis piernas parecen no sentir que llevo 50 minutos corriendo y suben un poquito el ritmo, nada en comparación con lo que iba a suceder cuando la trompeta de “El Chiquitín” comenzara a sonar, tanto es así que puedo hacer un sprint de un par de minutos hasta llegar a casa. Siempre había sentido esa influencia que la música ejerce sobre nuestro ánimo, sin embargo, nunca supe encontrarle una explicación hasta ayer, porque en el mismo momento en que mis piernas aceleraron recordé una artículo que leí hace un par de semanas en el New York Times: When the Melody Takes a Detour, the Science Begins, entonces ese evento de causa desconocida tomó sentido.



Este amplio artículo investiga cómo la música puede ayudarnos a comprender el funcionamiento del cerebro y para ello trata, entre otros temas, el papel de la improvisación musical. Para ello establece dos distinciones esenciales. Primero se da cuenta de que al monitorizar el cerebro del músico que escucha una melodía conocida, si se altera un poquito esa melodía el cerebro se activa, apareciendo con ello dos pistas de decisión que determinan su funcionamiento, una primera que busca lo habitual, lo predecible y otra opuesta que busca la novedad, lo sorpresivo que nos aparta de lo habitual. Según este estudio, el cerebro siempre está buscando un término medio ya que disfrutamos más cuando se nos presenta una canción con ciertas modificaciones pero no con demasiadas o sin ningunas. 



A la luz de esta investigación y estos experimentos, el escáner muestra una segunda dualidad, a saber: la establecida entre una parte consciente y otra inconsciente del cerebro. Parece que cuando un músico improvisa la primera sería la que debería llevar la voz cantante, ya que improvisar requiere ser un maestro poniendo en práctica las habilidades musicales necesarias para inventar algo nuevo, sin embargo, este estudio muestra todo lo contrario; nuestra parte consciente reduce su actividad al aparecer lo diferente, lo que desentona, improvisar es, por lo tanto, más que un control absoluto un dejarse llevar completamente por la música, por ello, sentencia uno de los protagonistas del experimento: “el mejor músico no es aquel con mayor habilidad para tocar sino para escuchar”. Quizás la ruptura y novedad que supuso el ritmo de la Estampida de Ska-p redujo mi parte consciente del cerebro que sabía que estaba cansadísimo y mi parte inconsciente tomó el control, quizás mi grado de deshidratación estaba dejándome tan insensible al dolor que pude correr más, yo prefiero la primera opción. ¿Quién sabe? Al menos tengo una explicación que puede ser coherente para lo que nunca la tuve, y eso está chulo.

Javi  

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