19 de abril de 2011

LIBRO: El cartero de Neruda

Entre los artistas y creadores tenemos toda clase de arquetipos. Está el que escribe un libro cada dos meses –o saca un CD o pinta un cuadro, ya os dejo extrapolar a vuestro gusto- y luego nos encontramos con el otro extremo; el que tarda una vida en dejar que su obra vea la luz. Como un remolino de viento en la calle, que con cada vuelta recoge una nueva mota de polvo. Sigue girando y girando acumulando todo tipo de objetos, pero cuando menos te lo esperas se detiene, y el acúmulo cae sin remedio. Al final, puede que la obra sea buena o puede que no lo sea. La de hoy sí lo es.  
Sí he soltado el parrafazo pseudopoético es principalmente porque Antonio Skármeta tardó la friolera de catorce años en escribir  El cartero de Neruda. Quizá por eso no es un autor tremendamente famoso, porque no saca libros como churros. Con esto no pretendo críticar a los autores que son capaces de hacer libros a esa velocidad sin que la calidad disminuya. Pero a lo que iba, El cartero de Neruda es una novela en la que cada pequeño diálogo ha sido trabajado. Se ha eliminado todo lo que sobra, dejando sólo una estructura ágil. Esa estructura es precisamente la que permite que cualquier persona se ponga a leer y se sienta enganchada. También ha permitido que se hagan adaptaciones a cine, teatro y radio. No puedo comentar nada sobre estas adaptaciones porque no las he visto -u oido-, a lo único que puedo llegar es a daros el frío dato de que la película fue nominada a cuatro Oscars.

Una playa de la Isla Negra, donde suceden los hechos del libro

Y ya que estoy voy a deciros algo de la historia: Mario, un chaval de 17 años, vive en un pueblo pesquero. Como no quiere dedicarse a ese negocio, se convierte en cartero de la Isla Negra. En esta Isla sólo hay un habitante, el poeta Pablo Neruda. Poquito a poco la amistad entre ellos va creciendo, y se cruza también en la historia una mujer de la que Mario se enamora. Por si fuera esto baladí, allá de fondo Skármeta pone el trasfondo chileno de la época –Pinochet, el golpe y demás-. Por si hay alguien a quien el componente político le resulte desagradable, vuelvo a señalar que no es primordial y no se me hizo pesado en este aspecto. Acabo con un fragmento y me voy a dormir. Como estoy cansado no voy a releer lo que escribo, espero que sea todo legible y no la haya liado mucho.
                       
"―Don Pablo, estoy enamorado.
―Eso ya lo dijiste. ¿Y yo en qué puedo servirte?
―Tiene que ayudarme.
―¡A mis años!
―Tiene que ayudarme, porque no sé qué decirle. La veo delante de mí y es como si estuviera mudo. No me sale una sola palabra.
―¡Cómo! ¿No has hablado con ella?
―Casi nada. Ayer me fui paseando por la playa como usted me dijo. Miré el mar mucho rato, y no se me ocurrió ninguna metáfora. Entonces, entré a la hostería y me compré una botella de vino. Bueno, fue ella la que me vendió la botella.
―Beatriz.
―Beatriz. Me la quedé mirando, y me enamoré de ella.

Neruda se rascó su plácida calvicie con el dorso del lápiz.

―Tan rápido.
―No, tan rápido no. Me la quedé mirando como diez minutos.
―¿Y ella?
―Y ella me dijo: “¿Qué miras, acaso tengo monos en la cara?”
―¿Y tú?
―A mí no se me ocurrió nada.
―¿Nada de nada? ¿No le dijiste ni una palabra?
―Tanto como nada de nada, no. Le dije cinco palabras.
―¿Cuáles?
―¿Cómo te llamas?
―¿Y ella?
―Ella me dijo “Beatriz González”.
―Le preguntaste “cómo te llamas”. Bueno eso hace tres palabras. ¿Cuáles fueron las otras dos?
―“Beatriz González”.
―Beatriz González.
―Ella me dijo “Beatriz González” y entonces yo repetí “Beatriz González”.
"

                                                                                                     Carlos

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